Las Pascuas

LA PASCUA DE RESURRECCIÓN


La resurrección de Atis ascendiendo los siete niveles (puertas) que nos separan del inframundo. Cibeles, la diosa lunar desde su carro sagrado realiza el prodigio.

El Primer Concilio de Nicea fue convocado por el emperador romano Constantino I en el año 325 para alcanzar un consenso en la nueva Iglesia y uno de sus principales logros fue la fecha de la Pascua, quedando establecida el primer domingo después de la la luna llena (la Luna Llena pascual) después del equinoccio de primavera en el hemisferio norte.

 En la colina donde se asienta el Vaticano, en los primeros tiempos, los cristianos disputaban con los adoradores de Cibeles aquel lugar porque celebraban allí la muerte y resurrección de Atis, amante de Cibeles nacido de una virgen. Todos decían que el sitio era el suyo… finalmente los de Cibeles acabaron integrándose en el cristianismo, buscaron consenso y es por ello que la Iglesia asume la fecha lunar de la resurrección del hijo de Dios en plena coincidencia con la más pura tradición pagana.

 Muchos opinan que la pascua cristiana es una imitación de la Judía y yo no lo creo porque los judíos lo que celebran es la sangría de primogénitos egipcios con la Pascua, a los judíos la sangre del cordero en la puerta de su casa les libraba de la ira del ángel de Dios que se cargó a todos los que carecían de la marca pascual. Así pudieron comenzar su Éxodo. La pascua cristiana por su parte celebra la muerte y resurrección de Cristo que simplemente coincidió en fechas con la pascua del Moisés.

 La Pascua tiene tradición sumeria, es antiquísima. La diosa sumeria Inanna o Ishtar bajó al inframundo atravesando las siete puertas y en cada una se quitaba una prenda, fue colgada desnuda en una estaca y resucitada ascendió posteriormente del inframundo. Ishtar evoluciona como Astarte donde vemos claramente que el mito de la resurrección es un arquetipo; posteriormente Baal también moriría, bajaría a los infiernos y El, Dios, le resucitaría…

 En Trujillo La Pascua de Resurrección ha conservado al través de los siglos su Tradición, hasta mi época inclusive se respetaban escrupulosamente las pautas de la costumbre. Se cocían los hornazos, los bollos, las perrunillas… las tahonas no daba abasto. Todos esperábamos ansiosos salir de la tristeza de la muerte a la alegría de la resurrección. A la medianoche del Domingo de Pascua empezaban a repicar todas las campanas de la ciudad.

 El domingo por la mañana los madrugadores después de la misa de San Martín con sus niños sacaban los borregos engalanados con cintas, el cordero que se sacrificará este mismo día, ofreciéndole como acción de gracias por la Redención... y para el exquisito frite en la gira del lunes.

 Después de la misa de Doce en San Francisco la gente se empezaba a concentrar en la Plaza, engalanados con las vestimentas tradicionales, puro color, rápidamente se formaban largas tiras de chicos y chicas y a cantar y bailar formándose cientos de corros. Por la tarde se trasladaba la fiesta al campo San Juan, con toda la merienda fría que nuestras madres previsoras ya tenían resuelta. La banda municipal tocaba bailables y allí pasábamos la tarde con mil juegos pícaros de prendas y corros, más en pandilla y comiendo pimpirigallos. Aquello era entrañable. Las giras se repartían por todo el berrocal repitiéndose hasta el miércoles.

 Éramos clanes porque nos agrupábamos las familias amigas, compartiendo la merienda y el lugar, los niños y jóvenes danzábamos entre los canchos asustando a los lagartos y todo era como aquellos jardines primaverales de las ninfas y faunos griegos. Los canchos del Berrocal fueron testigos de muchos amores y no estaba bien visto pasar la Pascua sin pareja.


Las dos caras de La Pascua de resurrección que ya no es tal y la llaman Chiviri. El arquetipo ha muerto y se podría resucitar.










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